sábado, 12 de octubre de 2013

El decrecimiento


(Artículo publicado originalmente en el blog The Global Eye el 7 de septiembre de 2013)


En los últimos años y en parte como consecuencia de la crisis económica, ésta cobrando fuerza una teoría que propugna un modo de vida sencillo alejado del objetivo del “crecimiento por el crecimiento” como menciona Serge Latouche. Ésta teoría no es nueva, ya el economista Thomas Malthus planteó en el siglo XVIII en “el ensayo sobre el principio de la población” el problema de la superpoblación frente escasez de recursos, sin embargo, la llegada de la revolución industrial restó parte de razón a sus planteamientos. A lo largo del siglo XX se hicieron eco de ella líderes morales como Gandhi , filósofos como Hannah Arendt o el Club de Roma que publicó en el Informe Meadows de 1972 “Los límites del crecimiento”.
El significado del decrecimiento se basa en que los recursos planetarios son limitados y la capacidad de regeneración de la tierra es lenta mientras que la ambición del ser humano por el crecimiento es ilimitado y su voluntad de progreso, rápida.
De esta forma, surgen una serie de cuestiones sobre las que es necesario reflexionar: ¿Ha llegado la capacidad de la tierra a su punto máximo de producción? ¿Puede considerarse el crecimiento como algo negativo?
Si bien el progreso en el mundo norte nos ha llevado a conseguir beneficios y comodidades como el acceso medios de transporte rápidos y seguros, a la sanidad, a la comunicación instantánea y a la globalización en sus aspectos positivos, por otro lado, los decrecentistas como Mosangini o Schneider, afirman que se están produciendo una serie de deudas con el resto del planeta: una deuda económica, histórica, cultural, ecológica y social con respecto a los países del sur puesto que en la conquista de ese crecimiento, los éstos países han visto como se acrecienta su desigualdad con el norte y cómo se han aprovechado desde la colonización de lo recursos del sur dónde se ha producido asimismo la destrucción de muchas de sus culturas y estilos de vida. Y no sólo eso sino que se ha producido una deuda social que ha afectado a las condiciones de vida, salud y derechos humanos de las poblaciones sureñas. También tiene el norte una deuda ecológica debido a las emisiones de dióxido de carbono, la biopiratería, los pasivos ambientales y la exportación de residuos. Por otro lado, este impacto al planeta tiene consecuencias globales irreversibles como el efecto invernadero con las consiguientes alteraciones en el clima y la biodiversidad, contaminación que producen una degradación en la salud humana y animal ocasionando efectos perjudiciales tales como alergias, malformaciones o esterilidad entre otras.
Según un informe realizado por la ONU y publicado en 1998 con datos de 1995, el 20% de la población mundial que tiene acceso a las mayores riquezas, consume el 85% de los recursos naturales. Es decir, el norte rico consume y el sur subdesarrollado paga las consecuencias. Pero países como España, está empezando comprobar en sus propias carnes el problema de este crecimiento desmedido. El profesor CarlosTaibo, respecto a la Alta Velocidad Ferroviaria argumenta que “El AVE es un ejemplo de libro de cómo las clases populares ven que con sus impuestos se establecen infraestructuras que van a ser utilizadas por las clases pudientes”. La consecuencia no es sólo el deterioro medioambiental, sino que el viejo tren convencional va a desaparecer en aras del denominado "progreso" y que las líneas del AVE mejoran las conexiones de algunas comunidades mientras que otras pierden.
Por otro lado, el problema se acrecienta cuando determinados países anteriormente considerados subdesarrollados, experimentan un crecimiento económico que les lleva importar el mal ejemplo del modelo norte. Véase el caso de China. La página web Nôtre- planète publica que el acelerado desarrollo industrial y urbano de este país provoca un aumento de la contaminación del aire, especialmente en las grandes aglomeraciones urbanas y China emite desde 2006 más CO2 que Estados Unidos.
Por lo que sería un triunfo que los países del sur que están emergiendo, actúen con el sentido común que le falta al norte, rompiendo el cordón umbilical en lo económico y cultural con éstos y recuperando su saber hacer y sus valores tradicionales. Serge Latouche que ha vivido en África, reflexiona sobre el fracaso al querer implantar allí el modelo de desarrollo occidental e indica que “en África existe un funcionamiento paralelo aeconómico, basado en lo social, las relaciones con la familia, las amistades, la religión, los vecinos, la obligación de dar y compartir, recibir y devolver, etc. las prácticas milenarias de negociación, donación, regateo, intercambio”.
El anteriormente mencionado profesor Taibo, habla de una serie de metáforas que explican el decrecimiento: “si te gastas todos los ahorros sin aportar ningún ingreso, quiebras. Lo mismo sucede con la naturaleza”. Muy curiosa es la metáfora del Titanic, “¿Por qué murió tanta gente? Fue debido a que los botes salvavidas no podían acoger a tantas personas. Pero se podrían haber salvado si hubiese más botes”. Por lo que este autor llega a la conclusión de que hay que encarar la resolución de todos los problemas sin que nadie pierda. Respecto al Protocolo de Kioto, para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero, lo ejemplifica con la siguiente metáfora: “un barco navega a una velocidad de veinticinco nudos, si no cambiamos de velocidad, nos vamos a chocar”. Con el Protocolo de Kioto sucede que “hemos reducido un poco la velocidad del barco. Por lo que si tardamos cincuenta días en chocar, ahora tardaremos cincuenta y tres”.
Protocolos como el de Kioto, son un parche al problema que hay que atajarlo de raíz. Pero es verdad es que sin ese parche, la herida se desangraría. Ésto está empezando a suceder ya que hace años que no se llega a ninguna solución en las cumbres que se celebran para plantear la alternativa a Kioto.
Lo cierto es que nos encontramos en un punto de inflexión, no hay vuelta atrás y no se puede recuperar lo perdido. Ello hace necesario replantearse la situación actual y ser conscientes de que todo tiene sus límites. Deberíamos hacer propósito de enmienda. Por nuestro bien, el del planeta y el de las generaciones futuras. Hay quien afirma que seremos más felices.

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